viernes, 14 de octubre de 2011

Armando Buscarini, nuestro "poeta maldito"

Armando Antonio García Barrios (18 de julio de 1904-Logroño 9 de junio de 1940) más popularmente conocido como Armando Buscarini, fue uno de esos poetas que por aquellos tumultuosos y vanguardistas años '20 remó por los confines del Parnaso en busca de su isla de gloria. La categoría de poeta maldito, o, para mayor casticismo: poeta del arroyo, vendría ni que pintado en este literato fracasado, que malvivió borracho de ideal azul entre cafés, puertas de redacciones, prostíbulos y viaductos.


Biografía.

Hijo de Asunción García Barrios, fue al parecer fruto de algún affaire que su madre tuvo con algún marinero porteño allá en Argentina. Como Asunción no terminó de ver claro los resultados de su viaje por tales latitudes, regresó en estado de gestación para su tierra, Ezcaray (La Rioja), donde acabó naciendo nuestro gracioso protagonista.

De la infancia de Armando en Ezcaray poco se sabe, pero según relataba su madre, sintió pronto el gusanillo de la literatura, escribiendo poemas de inspiración becqueriana y pequeños cuentos con sus compañeros de escuela como partícipes.

En 1919 su madre marchó con su hijo a Madrid en busca de mejor vida, y es allí donde nuestro protagonista empezó a forjarse una reputación entre la larga lista de poetas olvidados. Sus excentricidades y las ganas por vivir de su escritura le hicieron "popular" en el ambiente literario de la época.Ya desde el principio hizo correr el rumor de que su padre debió ser algún marinero italiano —de ahí su nuevo nombre artístico—, y el lugar de su nacimiento el propio océano, debido, según este, a que su madre se vio obligada a huir de su progenitor en avanzado estado de gestación.

Sus correrías por el Madrid del café del Pombo y el Regina son dignas de mención: por ejemplo, podía verse a Buscarini visitar esos lares acompañado de algún funambulesco retratista, y mientras uno pintaba a algún desprevenido cliente, el otro escribía algún pareado con el nombre o apellido del retratado; también era famoso su "puesto ambulante" de opúsculos poéticos en la calle de Alcalá, donde para atraer la atención de los viandantes prendía en las fachadas panfletos con frases magestuosas: «Con la serenidad se dominan los acontecimientos y los hombres»; «soy uno de esos poetas que la gente desprecia y llorará después»; «mi último libro vale una fortuna, pero lo vendo al precio de cuatro reales».
Tampoco descuidó la parte económica en lo que a las ventas de sus ejemplares se refiere; y es que no dejaba de ser curioso que vendiera sus obras autografiadas a mayor precio, llegando incluso, a negar la autenticidad de aquellas que no lo estuvieran.

En la étapa final de sus vida literaria Buscarini también intentó captar la atención de los periódicos con acciones poco ortodoxas; como sus falsos y repetidos intentos de suicidio en el Puente de Segovia, intentos muy comentados en su época, y que tenían una clara finalidad propagandística. Y es que nuestro bohemio buscaban atraer la atención y compasión de la prensa para poder publicar alguno de sus poemas en ella, como en La Libertad, El Imparcial o La Tribuna. Huelga decir que esta estratagema le sirvió las primeras veces, al final, a base de repetir la artimaña, lo que se ganó fue una cómoda habitación en el Hospital.

Buscarini, a pesar de sus titánicos esfuerzos, nunca llegó en vida a alcanzar la fama que él bien creía merecer. Además, ya sea por su infructuoso intento de conseguir el prestigio en el ingrato mundo literario; por las penalidades vividas: el hambre, vida disoluta de su madre, fracasos amorosos...; o quizá por todo ello junto, lo que es incuestionables es que su salud mental fue degenerando con los años hasta desarrollar una esquizofrenia. Como ejemplo, valdría recordar que el joven poeta llegó en alguna ocasión a acusar a su madre de confabular contra su persona, inoculándole, según él, venenos en la bebida y objetos punzantes en las migas de pan. Finalmente, y como era de esperar, entró en mayo de 1929 en el Departamento de Dementes del Hospital de Madrid. Desde entonces y hasta 1940 —año de su muerte por una tuberculosis pulmonar— su destino fueron los manicomios provinciales de Valladolid y de Logroño. Funesto final por tanto, para un artista cuyo pecado fue creer en el ideal de la gloria.

Ya hemos visto que triste y corta fue la vida de Buscarini. Iluminado romántico que vivió en menos de cuarenta años una vida de cien. Se podrían contar muchas más andanzas del malogrado vate, como sus codeos —aunque de soslayo— con los grandes literatos del momento: Eduardo Marquina, García Cansinos Assens, Valle-Inclán...; pero cuestiones de peso, —no aburrir en demasía a mi atento lector— me impiden extenderme más.

Pasemos ahora a su obra.

Obra.

La obra de Buscarini fue relativamente prolija en número, y lacónica en contenido, para los pocos años en que escribió. Cultivó la novela corta, el drama, y especialmente la poesía. Ya dijimos que sus obras se publicaban en opúsculos (cuadernillos) de claro estilo romántico y modernista —en una época en que el modernismo quedó relegado a un segundo plano—.

De su lírica cabría decir que está cargada de romanticismo trágico, canciones dolientes, homenajes a mujeres de baja alcurnia, todo ello aderezado con toques de un reiterativo yo egocéntrico y resentido.

En cuanto a la prosa, resulta muy interesante por los tranfondos desgarrados de la vida airada madrileña: prostitución, asesinatos, desamores, miseria; protagonizados por toda una panoplia de menesterosos y patriotas de la golfemia capitalina. En su prosa Buscarini abandona los aires modernistas y se acerca más a las corrientes del costumbrismo y naturalismo. De aquí destacan Mis Memorias 1924, escritas con veinte años y en pequeños capítulos en forma de sketchs; y su obra dramática El Rufián 1928 probablemente su mejor obra dramática publicada poco antes de ingresar definitivamente en el Hospital.

Para concluir esta pequeña semblanza de tan interesante artista, me gustaría dejarles constancia de algunas de sus principales obras de forma cronológica, y si no están todas, están sin duda las más interesantes y representativas.
  • 1919 Ensueños (Poesía),
  • 1920 Cancionero del arroyo (Poesía),
  • 1921 Yo y mis versos (Poesía)
  • 1923 Sor Misericordia (Teatro), El riesgo es el eje sublime de la vida (Narrativa), El arte de pasar hambre (Narrativa), Primavera sin sol (Poesía). 
  • 1924 El aluvión (Cuentos golfos), Las luces de la Virgen del Puerto (Narrativa), Maruja la de Cristo (Narrativa), El Rey de los milagros (Teatro).
  • 1925 La Reina del bosque (cuento maravilloso), San Antonio de la Florida (Narrativa)
  • 1927 La cortesana del Regina (Narrativa), Los dos alfareros (Teatro)
  • 1928 El rufián (Teatro), El umbral del recuerdo (Poesía)

Buscarini hoy.

En la actualidad la memoria de Buscarini comienza a ser rescatada del olvido, gracias en primer lugar a la ingente labor del popular novelista José Manuel de Prada; también hay una editorial con su nombre —http://editorialbuscarini.com/— que se ha encargado de recuperar sus obras; y en su pueblo —Ezcaray— se le ha rendido homenaje con una calle. Son muchos más los que de una forma u otra continúan trabajando por rescatar del océano del silencio a nuestro otrora náufrago; y entre todos ellos no podríamos marcharnos sin mencionar la web http://webs.ono.com/ruben.marin/index.htm donde encontraremos la recopilación informativa más completa sobre el autor.

Hoy, por tanto, podemos afirmar que el denodado trabajo de Buscarini por alcanzar la fama no cayó en ningún saco roto; lo que pasó simplemente, es que ese saco era muy hondo, y por tanto el reconocimiento le llegó con ochenta años de retraso.

Para concluir les dejo a todos ustedes con uno de los poemas que mejor reflejan el sentimiento de Buscarini por el trabajo de la poesía, sentimiento además, que bien puede representar por igual a todos aquellos que seguimos peleando con espadas de versos y escudos de rimas en los campos de la Literatura.

El Poeta

Sentado junto a una mesa
carcomida por el tiempo
y alumbrado débilmente
por la luz de un quinqué viejo,
un joven pálido escribe
en cuartillas, varios versos.
Es un poeta, las noches
pásaselas escribiendo...
Anhela la gloria, joya
más valiosa que el dinero.
Y continua impasible,
sin descansar un momento,
hasta ver recompensados
algún día sus desvelos.

Mi tributo. 

Soneto A Buscarini de la colección poética Neodariadas.




domingo, 2 de octubre de 2011

Llévate un poema nº6, "El tedio"


Llegamos al ecuador de la colección, pues doce números, como doce son los meses del año, durará este proyecto poético.

Este mes reflexiono sobre uno de los mayores enemigos de nuestra sociedad: el tedio, cuya compañía en el gremio de los artistas resulta más devastadora si cabe. Quién de nosotros no ha sufrido alguna vez de tan virulenta enfermedad: ya sea sentado en la molicie del sillón viendo pasar las horas junto al televisor; o perdiendo el tiempo en un bar cualquiera, por no tener nada mejor que hacer. Pues bien, desde estas líneas llamo a todos a combatirlo, a salir, a crear, a dejarse llevar por algún hobby; en definitiva a buscar solución cuando el pródromo del tedio comience a acecharnos


El tedio

El tedio es el freno del tiempo imparable,
siniestro como esas charcas de bosque
donde aguas infames
arrastran profundo clamores sin nombre.

Igual que un candente desierto de arena
con sus sempiternas tormentas de ardores,
devora las fuerzas y grandes ideas:
devora horizontes.

Falaz y viciado,
enseña torcidos e insanos deportes;
traidor compañero, persigue el fracaso
de buenos proyectos robando ilusiones.

Como el narcótico de efectos dañinos
acalla clamores;
suprime verdades con ruegos marchitos,
y borra las penas en tóxicos odres.

El tedio es el numen de los vates muertos,
de los que no escriben, no riman, no comen,
de los que por dentro
secaron la fuente de sus diestras dotes.


Aquí el enlace con el poema en PDF:
El tedio (imprimir sin el ajuste de impresión)