miércoles, 30 de mayo de 2012

De sobremesa, la novela decadente de un dandi colombiano.

En la anterior entrada tratamos la vida y obra del literato colombiano José Asunción Silva, en esta que ahora toca, y para terminar el pequeño ciclo silvano, vamos a detenernos en su principal obra en prosa, la novela De sobremesa. Esta entrada por extensión y estructura se dirige especialmente a aquellos que, o bien ya han leído dicha novela, o bien tienen su lectura pendiente y buscan antes información que pueda servirles como complemento a su lectura.


Sobre la obra.

 De sobremesa se enmarca dentro del subgénero de las novelas diario-ficción. Y por su temática dentro del decadentismo, convirtiéndose de hecho, en una de las primeras novelas en tratar esta corriente estética en lengua hispana.

La primera versión de De sobremesa se inició alrededor de 1887 y se terminó en 1895 cuando Silva estaba ejerciendo su cargo diplomático en Caracas (Venezuela). Sin embargo la versión primera se perdió en un naufragio sufrido al regreso del país, por lo que Silva tuvo que reescribirla de nuevo. La crítica coincide en afirmar que en su segunda versión se incluyeron nuevos pasajes que antes figuraban en otros cuentos y relatos cortos perdidos también en el naufragio. Quizás uno de estos añadidos sea la larga disertación que se hace sobre la pintora franco-rusa María Bashkirtseff, la cual curiosamente, escribió también un diario que se hizo popular entre los círculos de artistas tras su pronta muerte.


María Bashkirtseff (1858-1884) murió de tuberculosis cercana a cumplir los 26 años.


Pese a su reelaboración el manuscrito no llegó a publicarse en vida del autor. José Asunción Silva, como es sabido, se suicidó antes y De sobremesa, encontrada junto a su cadáver en una escenografía cuidadosamente preparada, quedaría relegada casi al olvido hasta su publicación definitiva en 1925. 
 
Esa tardanza trabó una posible y rápida difusión de la misma, ya que para la década de los veinte del nuevo siglo, los gustos del público eran muy diferentes a los del Fin de siécle. De echo tan solo llamó la atención a un pequeño grupo de críticos y lectores cuyo gusto seguía encontrando solaz en las vaguedades opalescentes del viejo modernismo decadentista. Y es que Silva en De sobremesa hace gala de todo un ejercicio de elegancia literaria cargado de preciosismo; ejercicio que criticó sin embargo en la poesía, baste recordar su parodia sinfonía color de fresa con leche
Veamos alguno de estos pasajes:

"...en el horizonte; las constelaciones y los planetas resplandecían en el fondo del azul infinito: el hervidero de soles de la Vía Láctea era un camino de luz pálida en la inmensidad negra y, abajo, la estela que dejaba el barco era otra vía láctea donde entre la fosforescencia verde-azulosa, ardía sutil polvo de diamantes... algunas ideas generales, como una teoría de musas que llevaran en las manos las fórmulas del universo desfilaron por el campo de mi visión interior. Luego, cuatro entidades grandiosas: el Amor, el Arte, la Muerte, la Ciencia surgieron en mi imaginación, poblaron solas las sombras del paisaje, visiones inmensas suspendidas entre dos infinitos del agua y del cielo." 10 de julio.

Otros pasajes nos recuerdan ese gusto mórbido por lo raro, la locura, las sustancias estimulantes y los crímenes tan en boga en este género.

"¿Loco?... ¿Y por qué no? Así murió Baudelaire, el más grande para los verdaderos letrados de los poetas de los últimos cincuenta años; así murió Maupassant, sintiendo crecer alrededor de su espíritu la noche y reclamando sus ideas. ¿por qué no has de morir así, pobre degenerado, que abusaste de todo, que soñaste con dominar el arte, con poseer la ciencia,, toda la ciencia, y con agotar todas las copas en que brinda la vida las embriagueces supremas?" Londres, 20 de noviembre.
"Me acosté y tomé una violenta dosis de opio. Bajo su influencia estuve cuarenta y ocho horas. Al asomarme al espejo ayer para vestirme me he quedado aterrado de mi semblante. Es el de un bandido que no hubiera comido en diez días. Represento cuarenta años, los ojos apagados y hundidos en las ojeras violáceas, la piel apergaminada y marchita." Ginebra, 9 de agosto.


Los temas.

Los temas encontrados en esta novela siguen en parte los planteamientos de otras novelas Fin de siécle. Tenemos como protagonista a un personaje de la alta burguesía José Fernández, que bien podría llamarse Des Esseintes —protagonista de Al revés— o Andrea Sperelli —protagonista de El Placer— de hecho casi parece una mezcla de los dos. De Des Esseintes tiene ese gusto por lo refinado y exótico: 
 
No son tus complicaciones intelectuales las que no te dejan escribir... son las exigencias de tus sentidos exacerbados y la urgencia de satirfacerlas la que te domina...Presente.

De Sperelli o el marqués de Bradomín el carácter donjuanesco, elegante y canalla: 
 
Tranquilos los sentidos por los excesos de los meses pasados, he vuelto a vivir la vida verdadera y a sentir que me renacen las alas que me habían cortado las tres Dalilas, la lectora de Nietszche, la sensual romana y mi sentimental y perezosa amiga.” 18 de septiembre.

Otros tópicos muy manidos de las novelas decadentes son el erotismo y los crímenes; y como no podía ser menos, en el caso que aquí nos atañe los encontramos muy bien entrelazados. Su protagonista intenta matar a dos de sus amantes: por un lado la viuda del conde ruso de Orloff, que practicaba la bisexualidad con una italiana —De Roberto— de aspecto hombruno con la que era engañado: 
 
No sé cómo saqué de la vaina de cuero el puñalito toledano damasquinado y cincelado como una joya que llevo siempre conmigo y lo enterré dos veces en la carne blanda” Whyl, 29 de junio (al día siguiente)

La segunda, Nini Rousset, una divetta de un teatro bufo que se reúne con Fernández en su hotel de Suiza. 

un impulso loco surgió en las profundidades de mi ser, irrazonado y rápido como una descarga eléctrica y, como un tigre que se abalanza sobre la presa, cerqué con las manos crispadas, sujetándola, como con dos garras de fierro, la garganta blanca y redonda de la divetta.” Ginebra, 9 de agosto.

Otros asunto que interesó a los artistas del Fin de siglo fue la búsqueda del Ideal a través del arte o el amor; ese ideal se proponía como una vía alternativa a la religión para encontrar la salvación. En esa línea son constantes la referencias al arte y muy especialmente a la Hermandad Prerrafaelita:

Cuando puse los pies en el salón de consulta de Rivington, todas las impresiones de las últimas dos semanas refluían a mi memoria y olvidado de los detalles de la vida real, se movía mi espíritu en un ambiente de etéreas delicadezas y sobrenaturales y deliciosos sentimientos producidos por la contemplación incesante de los cuadros y la lectura de los versos de Rossetti.” Londres, 5 de diciembre.


Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), pintor y poeta, miembro de la Hermandad Prerrafaelita.


Vemos ahora un ejemplo deprecatorio hacia el amor Ideal y salvífico: 

¡Oh, ven, surge, aparécete, Helena! Lo que queda de bueno en mi alma te reclama para vivir. Estoy harto de la lujuria y quiero el amor; estoy cansado de la carne y quiero el espíritu. Hubo en mi alma muladares inmundos que limpió la fuente de aguas vivas abierta en ella por la mirada insostenible de tus ojos azules.” Londres, 20 de noviembre.

Debe quedar claro que en buena parte de la panoplia literaria decadentista la salvación no se acaba consiguiendo, pues a pesar del gusto por lo extraño, raro y provocativo, en el fondo se busca denunciar los excesos de una burguesía ociosa y corrompida, de una burguesía decadente cuyo orden está caduco y exhausto, esta debe fenecer si se quiere conseguir un nuevo orden más libre. Así sucede en los otros grandes ejemplos famosos de las novelas decadentes. Ni Andrea Sperelli, ni Bradomín —en Sonata de primavera—  mantienen o consiguen a sus pretendidas Elena Muti o María Rosario respectivamente, de la misma forma que Des Esseintes fracasa en su proyecto de crear una vida llena de sensaciones artificiosas alejada de todo contacto con la sociedad.

Punto harto interesante resulta el de la espiritualidad; Fernández, en un principio se presenta escéptico con la religión e incrédulo con los casos de misticismo: 
 
El cadáver del Redentor de los hombres yace en el sepulcro de la incredulidad, sobre cuya piedra el alma humana llora como lloró la Magdalena sobre el otro sepulcro.”
espiritismo que crees en las mesas que bailan y en los espíritus que dan golpecitos, grotescas religiones del fin del siglo XIX, asquerosas parodias, plagios de los antiguos cultos, dejad que un hijo del siglo, al agonizar éste, os envuelva en una sola carcajada de desprecio y os escupa a la cara!” 10, de septiembre.

Pero a pesar de esa incredulidad, sucede un episodio un tanto delirante con su abuela. Durante los estertores de la anciana en su noche final, llegará a pronunciar unas palabras antes de morir que tiempo después... 
 
El ocho por la noche comenzó un delirio extraño, sin fiebre, precursor del fin, en que divagó continuamente alternando sus oraciones preferidas con extrañas frases referentes a ti... ¡Benditos sean la señal de la cruz hecha por la mano de la Virgen, y el ramo de rosas que caen en su noche como signo de salvación! Whyl, 29 de junio, (al día siguiente)

...se tornarán casi en una especie de discurso profético donde los símbolos serán la clave para hallar la salvación por medio del amor. 
 
vino a caer a mis pies -blanco como una paloma- sobre el suelo sombrío. Era un gran ramo de flores, que regó pálidos pétalos en el espacio oscuro al cruzarlo y rebotó al tocar la tierra... en el ruido de su caída me pareció oír las palabras del delirio de la abuelita agonizante, «Señor, sálvalo de la locura que lo arrastra, sálvalo del infierno que lo reclama»...” Ginebra 11 de agosto.

También hay un par de momentos que podríamos calificar de sobrenaturales o fantásticos: el primero sucede el Londres, 13 de noviembre, cuando José Fernández está a punto de acostarse  con una hetaira londinense, lo cual supondría acabar con su pretendida redención, pero antes de llegar a consumar el acto empiezan una serie de extrañas visiones y apariciones simbólicas:

volví los ojos hacia el fondo oscuro de la alcoba, donde la sombra se aglomeraba resistente a la luz eléctrica por el color sombrío de los tapices y di un grito... Acaba de ver unidas, en lo alto del muro, como en una medalla antigua, el perfil fino y las canas de la abuelita y sobre él, el perfil sobrenaturalmente pálido de Helena, en una alucinación de un segundo.”

Acto seguido aparece un ramo de flores —importante símbolo del amor hacia Helena— tirado en el suelo:

¿por qué miras esas flores con ojos de loco?, son unas flores que me trajeron de Niza y las había olvidado ahí... ¡Mira la mariposita blanca que se vino entre la caja!, gritó mirando el insecto que emprendió vuelo por el aire de la alcoba perfumada y tibia.”

La mariposa blanca es otro símbolo representativo de Helena, un símbolo del amor puro y benévolo, del amor Ideal, que aparecerá en varios sueños. 

El segundo gran momento fantástico lo encontramos hacia el final, cuando José Fernández sufre un vértigo en el momento exacto en que un reloj marca el fin de año; tras escuchar las doce campanadas cae en un estado de inconsciencia que lo tendrá sumido en cama durante varios días. Este episodio extraño en un principio se tornará sobrenatural finalmente al descubrir que la núbil Helena ha muerto justamente el mismo día y a la misma hora en que Fernández sufrió ese extraño desmayo. 
Quizás la fuerte pasión que sentía por Helena de Scilly había creado algún tipo de vínculo psíquico con ella. Hay que tener muy presente, que por los años finales del siglo XIX hacían furor las ciencias ocultas, el hipnotismo, el espiritismo, y los estudios sobre los posibles poderes de la mente. De tal forma que autores como Marcel Schowb, Jean Lorrain o Villiers, cuyo gusto por lo raro y anormal era harto conocido, escribieron varios cuentos fantásticos relacionados con los misterios de la mente.

Hace doce días hice mi primera salida para ir al cementerio, a donde he vuelto después, todas las mañanas, a cubrir de flores la losa que reza su nombre y dice la fecha y la hora de su muerte. Es la última ora del año, en que agonicé de angustia frente al reloj de mármol negro, viendo juntarse los punteros de oro para marcar el minuto supremo sobre la muestra de alabastro, tras de la cual creí sentir que iba a aparecérseme lo Desconocido.” 16 de enero.

Llegados al final es interesante ver la reacción de José Fernández ante la muerte de Helena, pues no reconoce su muerte, para él no está muerta. Y lo cierto es que hasta cierto punto esto es así, pues como nunca llegó a conocerla realmente, no entabló conversación alguna con ella, la única Helena que llegó a amar estuvo en su cabeza como una idea. y esta como idea, sigue en su cabeza:

No, tú no has muerto; tú estás viva y vivirás siempre, Helena, para realzar el místico delirio de las abuelas agonizantes, arrojando en el alma de los poetas ateos, entenebrecida por las orgías de la carne, el pálido ramo de rosas y para hacer la señal que salva, con los dedos largos de tus manos alabastrinas....” 16 de enero.
No, tú no puedes morir. Tal vez no hayas existido nunca y seas sólo un sueño luminoso de mi espíritu; pero eres un sueño más real que eso que los hombres llaman la Realidad. Lo que ellos llaman así es sólo una máscara oscura tras de la cual se asoman y miran los ojos de sombra del misterio, y tú eres el Misterio mismo.” 16 de enero.

La novela termina y aunque en un primer momento parezca que el sufriente ha alcanzado por fin la redención aceptando ese amor puro y salvífico, lo cierto es que no lo consigue. La clave de la obra se encuentra, en las páginas centrales de De sobremesa, justo tras el momento en que después de aconsejar el doctor Rivington de Londres a Fernández que la única forma de cura para su enfermedad está en encontrar a Helena y casarse con ella, en ese instante se produce una digresión al presente en donde uno de los amigos del narrador dice: 
 
Y has resistido ocho años de la misma vida de entonces y hoy, cuando te hablo yo como te hablaba Rivington, hoy cuando todavía es tiempo, te ríes de mí y no me haces caso, dijo gravemente Oscar Sáenz desde su asiento, perdido en la semioscuridad carmesí de la estancia lujosa.
-Hoy es diferente, respondió Fernández con cierta superioridad, he distribuido mis fuerzas entre el placer, el estudio y la acción; los planes políticos de entonces los he convertido en un sport que me divierte, y no tengo violentas impresiones sentimentales porque desprecio a fondo a las mujeres y nunca tengo al tiempo menos de dos aventuras amorosas para que las impresiones de una y otra se contrarresten y...
-Y para que las heroínas hagan contraste, insinuó Luis Cordovez, la una rubia y lánguida, lectora de Heine y a otra morena y ardiente, lectora de la Pardo Bazán; una sentimental como una colegiala y la otra sensual desde las puntas de las uñas hasta la médula de los huesos...” Presente.

Reveladora resulta esta conversación que disimulada entre las páginas centrales del libro, puede no prestársele la importancia que merece. Pero aún hay más, ya que ni siquiera se llega a recuperar nunca de sus extraños ataques, pues ya al comienzo de la obra son motivo de queja: 
 
-¿Tú no sigues bien, eh?... ¿aumentan los dolores?... le preguntó Sáenz clavándole los ojos inquisitivos...
-Siguen los dolores, atroces, a pesar de los bromuros y de la morfina... Esta noche me sentía tan mal que me retiraba ya del Club cuando encontré a Cordovez y me hizo el bien de traerme... No saben tus colegas qué es lo que tengo...” Presente.

Queda claro por tanto que tras ocho años transcurridos desde los sucesos ocurridos en el diario, no ha habido cambio en el protagonista, y de haberlo habido ha sido para perfeccionar su transgresión moral al no conformarse con tener una sola amante y preferir gozar de dos para evitar enamoramientos; la enfermedad ya hemos visto que sigue ahí; y quizás sea ese el castigo por sus corruptelas, quizás y solo quizás el castigo de José Fernández sea finalmente el de arrastrar esos dolores hasta su muerte sin posibilidad alguna de cura y redención.

Los personajes: una de las cuestiones que más ha interesado a los críticos en la esta novela ha sido el de sus personajes, pues parece evidente que muchos de los nombres que deambulan por ella son personajes reales que de una u otra forma trataron con nuestro literato.

Veamos primero algunos de los personajes que se mueven en el plano del diario:

Charvet: el médico que tan benévolamente trata las recaídas y vértigos de José Fernández, es en realidad un trasunto de J-M. Charcot maestro del famoso Sigmund Freud. Este pionero de las enfermedades nerviosas y practicante del hipnotismo, fue todo un personaje que por lo innovador y lo extraño que resultaba entonces su campo de estudio, se convirtió en todo un referente del orbe Fin de siglo. Es más que probable que en su estadía de París Silva asistiera a alguna de las charlas que prodigaba en la Salpetriere —una escuela-hospital para las enfermedades nerviosas—.

Fue el profesor Charvet, el sabio que ha resumido en los seis volúmenes de sus admirables lecciones sobre el sistema nervioso, lo que sabe la ciencia de hoy a ese respecto y que me conoce y me mira con extrema benevolencia desde que oí sus lecciones en la facultad y presencié sus curiosas experiencias de hipnotismo en la Salpêtrière.” París, 26 de diciembre.


J-M Charcot (1825-1893) pionero en el estudio de las enfermedades del sistema nervioso, sus charlas en la Salpetriere, interesaron mucho a los literatos del Fin de siécle.


Lo interesante de él, es que al contrario que otros médicos aparecidos, es tratado con respeto. Charvet se muestra como un personaje sincero que no sabe lo que padece José Fernández y así se lo hace saber:

...está usted hablando con un ignorante. Usted ha seguido mis cursos, ha visto mis experiencias; según entiendo, ha leído mis libros, sabe que gozo de alguna fama en el mundo científico... No se extrañe de lo que voy a decirle. Oiga usted... yo no sé lo que usted tiene. Si fuera un charlatán, le diría un nombre rotundamente; inventaría una entidad patológica a qué referir los fenómenos que estoy observando, y lo llenaría de drogas...” 17 de enero.

Pero aún con todo, sigue tratando al paciente con fines de investigación. Y es que lo extraño, lo anormal, al final une a los personajes. Tan solo una ciencia rara como podía resultar el estudio de las enfermedades nerviosas en aquella época, podía atreverse a tratar al enfermo "raro" que representaba José Fernández. 
 
John Rivington: está inspirado en dos personajes, por un lado un médico inglés llamado Walter Rivington. Del cual tomaría el apellido, pero en el carácter del personaje los expertos apuntan a Vargas Vega (1828-1902) Iniciador del periodismo médico en Colombia y amigo y consejero del poeta. 






Silva y Vargas en la última imagen pública tomada al primero, 11 de mayo de 1896.






Los Miranda: Mariano y Onofre, padre e hijo respectivamente, son los personajes que llevan los negocios de Fernández en París; resultan un trasunto de Miguel y Onofre Vengoechea que llevaban los negocios del tio-abuelo de Silva, Antonio María Silva y Fortoul, el cual residía en París e invitó a nuestro bardo a ir a la capital.

L.G. Rivas: el marido de Consuelo en la novela, que llama condescendientemente Pepillo al protagonista, y con cuya mujer se acuesta finalmente. En la realidad un viejo conocido de Silva llamado también Luis Guillermo Rivas. Parece ser que se conocían de veranear los dos en Chapinero —población costera—, debieron coincidir también en París en algún momento del año 1885, sabemos de este Luis Guillermo Rivas que siendo presidente de la Sociedades de Socorros Mutuos, y Silva su secretario, tuvieron problemas con el gobierno.

Camilo Monteverde: el primo escultor de Fernández, es en realidad el artista y publicista Alberto Urdaneta paisano del poeta que realizó mil y una correrías por el París de la época.

María Bashkirtseff: la pintora francesa de origen ruso, que murió con 26 años, y dejó un diario póstumo donde relataba su vida, no participa como personaje activo en la obra pero sí es importante por lo que simbolizaba para Silva, y para Fernández en la novela. Fue espíritu sensible, un espíritu de artista que murió prontamente de tuberculosis. 
 
Helena de Scilly: algunos han intentado identificarla con la pintora María Bashkirseff, otros(1) con un supuesto romance que tuvo Silva en su juventud, la hija de un tal Carlos Holguín, presidente de Colombia entre 1888-92. Pero es posible que Helena no sea nadie y todas a la vez, con un poco también de la Beatriz de Dante Alighieri, y de la Elisabeth Siddal de Dante Rossetti.


Beata Beatriz, cuadro de D. Rossetti. La modelo es Elisabeth Siddal musa de los prerrafaelitas.


Otros personajes importantes son las amantes, todas ellas: María Legendre (O.Orloff), Nini, Nelly, Consuelo, la baronesa alemana, y Julia Musellaro serán en mayor o menor grado víctimas de la lujuria amoralizante de Fernández.

Aunque todavía quedan varios personajes que bien podrían identificarse en la novela, por no extendernos más pasaremos al plano del la sobremesa, es decir a los personajes que están escuchando a José Fernández el relato de su diario:

Óscar Sáenz (Marinoni): trasunto de Juan Evangelista Manrique, antiguo compañero de escuela que con el tiempo sería médico, acompañó a Silva a las charlas de la Saltrepiere, parece ser que era gran lector de Musset de cuyas obras —Fantasio— sacó el sobrenombre de Marinoni.

Juan Rovira: se trata de Hernando Villa, gran amigo, que animó a nuestro poeta a reescribir parte de su obra perdida, y según parece fue la última persona que lo vio con vida.

Luis Cordovez: se trata de un trasunto de José María Cordovez (1835-1918) escritor costumbrista que participó en la revista El Mosaico, colaboró más tarde con Silva en el periódico El Telegrama.

Máximo Pérez: posible Felipe Pérez (1836-1891) escritor y periodista colombiano en su novela El caballero de Rauzán (1887) se atisban ya los modelos del inmediato modernismo.

José Fernández: trasunto de Silva, se presenta como un ser dual, de buena cuna, por parte de madre (los Andrade) desciende de llaneros, habitantes adustos y asilvestrados, buenos jinetes, destacaron en la Guerra de Independencia por su brutalidad y efectividad para medrar al enemigo. Por parte de padre (los Fernández) vienen de un viejo linaje aristocrático español, gentes devotas, cultas pero de sangre enferma. 

 
Algunos aspectos formales. 
 
De Sobremesa es una obra literaria que pertenece al género de novela-diario, por ello una de sus principales características es la fragmentación. La obra además se puede dividir en tres bloques: 

El primero es principalmente programático o ideológico con referencias a Barrés, Nordau y a su idealizada María Bashkirtseff, las amantes sufren de los ataques de Fernández.
El segundo más biográfico. Flechazo por Helena, tribulaciones, búsqueda, importancia de la Hermandad Prerrafaelita a la hora de desvelar la identidad de Helena...
El tercero es más naturalista y comprometedor, donde los personajes cercanos que se pueden identificar mejor cobran protagonismos: Cirilo Monteverde, G. Rivas y otros. Las amantes ya no sufren de los ataques enajenantes y criminales de José Fernández como en el primer caso. Se da la recaída y falsa salvación. 

 
La cuestión del tiempo.

Curiosa resulta la cuestión del tiempo en la novela, y en un análisis como este resulta es obligado el detenerse a comentarlo. 

Recordemos que De sobremesa se desarrolla en dos espacios: uno, el presente, es un presente indeterminado, el de la tertulia de Fernández con sus amigos; el otro, el pasado, ocurre en los sucesos relatados dentro del diario. Recordemos que el diario comienza en París un 3 de julio de 189... y esta fecha es importante tenerla en cuenta ya que, si admitimos que José Fernández es un trasunto del propio Silva, la novela nos trasladaría a un futuro posterior a la muerte del mismo. Para corroborar esto vamos a prestar atención a un momento concreto en que Fernández deja de leer su diario, tras una larga perorata sobre planes económicos y políticos, y comenta con sus amigos:

-Y entonces qué te detuvo, di, ¿qué te detuvo para hacer eso que habrías podido hacer y que era grande, enorme? preguntó Cordovez con su entusiasmo de siempre.
-Los pasteles trufados de hígado de ganso, el champaña seco, los tintos tibios, las mujeres ojiverdes, las japonerías y la chifladura literaria, contestó Oscar Sáenz con displicencia, desde su sillón perdido en la sombra.
-Eres más psicólogo que fisiólogo, respondió Fernández.
-Y tú eres un chiflado porque habiendo concebido eso hace ocho años, nos lo estás leyendo aquí ahora, en vez de haberlo realizado de parte a parte...”

Así, suponiendo que los hechos de París hubieran transcurrido en 1890, estaría Fernández leyendo su diario en 1898, es decir, año y pico después de su muerte.
Probablemente se trate de una libertad que se dio Silva para dotar a De sobremesa de un carácter más ficticio. Y es que, aunque puedan confirmarse elementos autobiográficos, no significa que todo los episodios tengan que tener una base real. Lo que sí puede llamar más la atención es que en ninguna de las ediciones consultadas, hemos podido  encontrar referencia a este peculiar dato. Quizás pocos críticos hayan reparado en ello todavía,  o quizás sí han reparado en él pero no lo han considerado tan relevante como para mencionarlo en sus respectivas ediciones. 

 
Conclusión.  

No resulta exagerado afirmar hoy que De Sobremesa es una de las más interesantes obras de la literatura hispanoamericana finisecular, y una de las mejores novelas decadentes escritas en la lengua de Cervantes. Su vigencia —pese a todas las dificultades atravesadas—, no hace sino confirmar el genio desprendido que su autor prodigó entre las páginas. Los nuevos enfoques dados ahora en su estudio atienden sobre todo al carácter y naturaleza de los contextos, así como a las referencias y alusiones de teorías y personajes y su influencia en ella, pues dentro de la historia se llegan a encontrar pasajes que son auténticos subtextos epocales, con menciones más o menos veladas de obras y autores de gran referencia en esos años: Nardau, Nitszche, Rossetti, etc. Por tanto resulta tarea obligada para próximas investigaciones desentrañar los misterios de aquellos puntos que todavía hoy pueden haber quedado entre nébulas o puedan aportar más información  para su mejor compresión y mayor delecte entre las generaciones venideras.


--------------
(1) Guillermo Uribe Holguín Sobre el infortunio de Silva, nueva réplica, El Tiempo, Bogotá, 14 de junio de 1946.



lunes, 14 de mayo de 2012

José Asunción Silva, poeta, novelista y suicida.


En esta entrada vamos a conocer la vida de uno los literatos que formaron parte de la primera hornada de escritores modernistas: José Asunción Silva, el cual junto a José  Martí, Julian del Casal, Gutiérrez Nájera y poco después Rubén Darío, abrieron el palenque de las enquistadas letras castellanas, dando así comienzo a uno de los periodos más increíbles de nuestra literatura.

Biografía.


Nace José Asunción Silva el 26 de noviembre de 1865 en Santafé de Bogotá en el seno de una familia acomodada interesada por la cultura, fue el mayor de seis hermanos, su padre don Ricardo Silva Frade, fue un comerciante santafereño miembro del grupo literario El Mosaico,  fundado por diversos intelectuales con la intención de crear una literatura nacional a través de obras y cuadros de costumbres. No resulta así difícil imaginarnos a Silva correteando por los pasillos y salones de la casa y atendiendo ocasionalmente a las conversaciones de los invitados mientras los grandes próceres platicaban sobre el nuevo devenir de las letras fumando algún cigarrillo del Cairo y bebiendo una copa de buen Coñac traído de Europa.

Sobresalió nuestro infante en la escuela con excelentes resultados que le merecieron varios premios, además desarrolló un precoz interés por la literatura y la pintura, sin embargo por esa adelantada adultez Silva tuvo que pagar un precio social, pues parece que sus compañeros lo ludibrizaron en más de una ocasión llamándolo “José Presunción”.

Para hacernos una idea del tipo de muchacho que era nuestro protagonista rescatamos una anécdota recogida por el escritor y amigo de Silva, Baldomero Sanín Cano (1):

Don Demetrio Paredes... llegó un día de visita a la casa de Silva y, antes de dar con los dueños trabó conversación con el chicuelo: «usted no parece un niño —le dijo—. Usted se ha hecho un hombre antes de tiempo. Las cosas que usted hace no son propias de su edad. Suba usted a los tejados, trepe a los árboles, busque nidos de pájaros, tire piedras a las palomas, muévale querellas a los perros y a los gatos. De esta manera será usted un niño. Lo que hoy parece es una persona grande». La seriedad del niño tomó el consejo en toda la magnitud de su significado. Pocas horas después lo halló su madre en la parte alta de la casa empeñado en alzar una piedra de seis u ocho kilogramos para descargarla sobre los gorriones que triscaban inocentemente en el patio de la casa, connaturalizados (acostumbrados) con la inocuidad del menor de sus habitantes. ¡Era lo que sabía Silva de los juegos de su niñez!


Baldomero Sanín Cano siempre guardó gran cariño hacia Silva, sus obras, aunque tardías, reflejaban su erudición y preocupación por las Letras.


Sea como fuere Silva no se arredró, y lejos de dejarse llevar por el dolo, su elevado caudal de cultura le procuró pronto —1878, con apenas 13 años—el reclamo de su padre para ayudarle en el negocio familiar, se trataba de un almacén  importación y venta de artículos de lujo muy frecuentado por los altos círculos sociales de la capital. Qué gran escenario debió resultar aquel lugar para cultivar la imaginación del muchacho con las más increíbles exquisiteces: modernas y atrevidas vestimentas de París, refinados elementos decorativos, telas brocadas, etc., que a buen seguro harían las delicias del “chicuelo”.

Entre 1882 y 84 Silva se empieza a dar a conocer como poeta de cierta calidad en la prensa local, así encontramos ya publicado su poema La crisalida inspirado en la muerte de una de sus hermanas Inés siendo una niña (1870-78).

El 20 de octubre de 1884 Silva viaja a Europa evitando así la guerra que se cerniría en 1885 sobre el país enfrentando a los liberales radicales contra los conservadores y moderados, guerra que acabaría con el triunfo de los segundos derogando la constitución que proclamaba Los Estados Unidos de Colombia, por otra más centralista que con algunas modificaciones se mantuvo vigente hasta 1991.

En lo literario, mientras Colombia estaba inmersa en un tipo de costumbrismo posromántico Silva llegó a un París donde el naturalismo comenzaba a hacer crisis y el Parnaso estaba sufriendo los embates de los decadentes, liderados por Verlaine primero y poco después, tras la escisión simbolista, por Moréas y Mallarmé. Sabemos que conoció al famoso neurólogo Jean Martin Charcot —maestro de Freud y descubridor de la esclerosis lateral amiotrófica, conocida también como la enfermedad de Charcot—, el cual sería retratado amistosamente en su novela De sobremesa, al pintor James Whistler retratado también en la obra como el autor del retrato de su abuela, y al poeta simbolista Mallarmé. Durante su estadía además tuvo tiempo de refinar sus modales afrancesándolos —es sabido que introdujo gran cantidad de galicismos en su vocabulario—, practicó la esgrima, adoptó pose de dandi, se apasionó por la música de Wagner y empapó de las nuevas corrientes pictóricas prerrafaelitas, que por aquellos años se imponían en la vieja Lutecia tras triunfar en Inglaterra. También viajó a Londres —donde disfrutó como no podía ser menos de sus teatros y museos— y a un balneario de la montañosa Suiza, curiosamente estos escenarios son los mismos que recorre el protagonista de la mencionada novela.

Finalmente en abril de 1886, tras un año y medio de estadía europea, Silva regresa a Colombia, pero el personaje que regresa a Colombia ya no será el mismo que marchó, de la misma forma que la Colombia que dejó tampoco será la misma que le recibirá tras su guerra civil del 84/85.  
Llegó así Silva cargado de las ideas literarias europeas a la nueva Colombia, convirtiéndose, hasta cierto punto, en una suerte de portavoz de las modernas sensibilidades literarias y filosóficas, y bien dispuesto a mostrar sus conocimientos a todos aquellos literatos provincianos que aún no habían oído hablar de personajes tales como Mallarmé o Nietzsche entre otros. Ese mismo año, sin perder el tiempo, formó parte de dos antologías poéticas: en la primera La Lira Nueva participó con su poema Estrofasmás tarde llamado Ars, la segunda antología era El Parnaso contemporáneo, donde publicó crisálidas y Las golondrinas. Con estas, Silva se consolidó definitivamente como uno de los grandes renovadores de la poesía colombiana. Hay que sumar a este año 1886 que Silva conoció al que sería su gran compañero Baldomero Sanín Cano.

Recordaba Pedro Emilio Coll de él: “Era alto y pálido, vestía de negro, la caña en una mano, los guantes en la otra, la gardenia en el ojal, perfumado con opoponax, brillante el pelo. Un filósofo engastado en un petimetre. Un Brummell que leía la Imitación de Cristo, y oía el consejo que da Zaratustra por boca de Federico Nietzsche.” 










Pedro Emilio Coll, escritor y político venezolano fundador de la revista Cosmópolis.









Desafortunadamente cuestiones mundanas, importantes pero mundanas, hicieron acto de presencia en este incipiente profeta de las Letras. Y es que las medidas económicas introducidas por el gobierno del país durante la llamada etapa de la Regeneración (1880-99) condujeron a un periodo inflacionista que perjudicó especialmente a las importaciones, lo que afectó directamente al negocio de los Silva. En 1887 los almacenes de Ricardo Silva e Hijo se enfrentan agrandes deudas, además se produjo la muerte del padre lo que hizo que el joven se pusiera al frente de la empresa familiar. Pero a pesar de sus problemas económicos y sentimentales —por entonces se rompe un compromiso matrimonial que tenía pactado la familia quizás por tales dificultades—, comenzó a rodar la pluma del literato por revistas y periódicos como no lo había hecho hasta entonces, así lo vemos colaborando en la ya modernista Revista Gris (1892.-95), escribiendo ensayos sobre escritores como Pierre Loti (1891) y Guy de Maupassant (1892), traduciendo para la Biblioteca Popular Colombiana (1893) obras de Poe, Tolstoi y Anatole France, y componiendo algunas de sus obras poéticas más importantes.


Anunció del Almacén Ricardo Silva e Hijo en la prensa de la época.


En 1891 Elvira, hermana de Silva, muere de una neumonía y como resultado de este luctuoso suceso, y en recuerdo de su querida hermana, escribe su composición más famosa: el poema Nocturno III  fechado en 1892. Con él Silva llegaría a alcanzar fama mundial, fama que por capricho del hado burlón apenas llegaría a atisbar, pues a pesar de estar fechado en 1892 el poema no se publicaría hasta agosto de 1894 en la revista venezolana Lectura para todos.

Así y todo los problemas económicos siguieron acuciándole y finalmente, tras vender gran parte de sus bienes, incluyendo valiosos libros y obras de arte, para pagar las deudas, se vio forzado a cerrar definitivamente el negocio familiar. Poco después, y gracias a sus contactos con las élites de poder, consiguió un puesto como diplomático en Venezuela. Establecido en Caracas es donde Silva continuaría con su labor literaria; publicó el famoso Nocturno, escribió sus Cuentos negros, versos y su primera versión de la novela De sobremesa, además hizo contactos con los editores de revistas venezolanas como El Cojo Ilustrado y Cosmópolis, donde el desprendido artista promocionó a sus compañeros de letras y compatriotos. En una carta dirigida a Rufino J. Cuervo —filólogo y erudito colombiano— fechada en Caracas el 7 de noviembre de 1894 Silva comentaba a este respecto:

Quiero que conozcan qué hombres da mi tierra; y al efecto, al venirme logré que Rafael Pombo, Diego Fallon, Jorge Isaacs, Ismael Enrique Arciniegas, el señor Caro, en fin, cuato tenemos de más ilustre como poetas, nos dieran composiciones inéditas para hacerlas publicar aquí. Ya han salido algunas en una hermosa revista quincenal que tienen aquí y han regado la fama de nuestras letras.”


Rufino J. Cuervo


Pero a pesar de la fructífera producción literaria y del puesto diplomático, las penalidades económicas no tardaron mucho en volver, pues parece ser que el sueldo por desempeñar tales funciones llegaba tarde y mal. Así pues, decidió el diplomático marchar de Caracas y regresar a Colombia tras conseguir algunos fondos económicos, ideas para crear un nuevo negocio, y lo más importante, una maleta llena de una prolija producción literaria: la primera versión de su novela De sobremesa; una colección de cuentos llamada Cuentos negros; otra novela corta titulada Un ensayo de perfumería; y algunas colecciones de versos Las almas muertas y Poemas a la carne.
Todo este prometedor torrente literario se topó, sin embargo, con uno de los hechos más desgraciados en la vida de su autor: la noche del 27 de enero de 1895 el barco en el que viajaba, L´Amérique, naufragó frente a la costa y todos los trabajos se fueron a pique entrando así a formar parte de la inefable biblioteca del dios Poseidón.

Como curiosidad, en ese viaje Silva conoció al gran crítico literario y cronista de la bohemia parisién Enrique Gómez Carrillo cuya alma, afiebrada de grandilocuencia lírica, Silva no pareció soportar. Cosas de genios probablemente.


Gómez Carrillo periodista y crítico literario, fue hombre de gran cosmopolitismo que llegó a viajar y escribir sobre el lejano oriente.


De nuevo en Bogotá patentó un sistema para colorear mármol y granito destinado a la fabricación de coloristas y modernos baldosines, buscó socios y fondos para poner en marcha el negocio y una vez obtenidos se puso a dirigirlo con gran denuedo; también en estos meses realizó su poema extenso y laudatorio sobre Simón Bolívar al pie de la estatua, a petición del cónsul de Venezuela en Bogotá, que fue recitado en la onomástica del Libertador en julio de 1895, aunque no sería publicado hasta el 28 de octubre de 1925.
Sin embargo la empresa no funcionó, y las deudas y los impagos comenzaron a hostigarle hasta comienzos de 1896. Tal vez sea en esos meses finales de 1895 y comienzos del 1896 cuando la idea del suicidio empiece a gestarse seriamente, aunque gracias a las peticiones de su amigo Hernando Villa todavía tendrá tiempo de reescribir la novela De sobremesa, así como poner en orden el volumen manuscrito de El libro de versos.

Todavía, en noviembre de 1895 estuvo apunto de conseguir un cargo diplomático como cónsul de Guatemala, que según algunos rechazó por lo exiguo del sueldo (2).

Como dato de interés que puede ayudarnos a entender su estado de ánimo, en la noche del 23 de mayo de 1896 —horas antes de su muerte— nuestro bardo, en una cena organizada por su madre para los notables de Bogotá,  leyó lo que se considera su último poema: Don Juan de Covadonga. Este cuenta la historia de un crápula medieval o renacentista que hastiado de una vida llena de excesos busca reposo en un convento, pero allí no encuentra más que el descontento del prior por la vida monástica y le aconseja marchar, don Juan quizá viendo su última esperanza de salvación truncada, marcha del convento y solloza por primera vez en un camposanto. No resulta tarea difícil ver en ese don Juan de Covadonga un trasunto del propio Silva, donde la escena final pone de reflejo su propio estado de ánimo. 

Y al salir por el negro camposanto
en que el convento oscuro se prolonga,
ansiando la quietud de los que fueron,
por la primera vez se humedecieron
los ojos de don Juan de Covadonga.

Sobre el suicidio de José Asunción Silva se ha escrito mucha literatura animada por la cuidada escenografía que el vate preparó antes de su muerte, por ejemplo se encontró un ejemplar de El triunfo de la muerte de Gabriele D´Annunzio en su mesilla. Sanín Cano a este respecto alega además del dicho libro que se encontró también Tres estaciones de psicoterápia de Maurice Barrés y un número de la revista Cosmópolis, en ambos casos había referencias a Leonardo da Vinci. Parece ser que en El Triunfo de la muerte buscaba Silva datos sobre el hombre del renacimiento, pues, supuestamente preparaba algún tipo de artículo o ensayo sobre Leonardo Da Vinci.



D´Annunzio personaje donde los haya del decadentismo italiano, sus obras El Placer y El Triunfo de la muerte gozaron de grande fama en los círculos modernistas.


Lo cierto es que resulta más factible que el suicidio tuviera más que ver con la propia trayectoria personal del autor, que con unas supuestas y vaporosas melancolías literario-vitales, baste repasar su trayectoria: soportó la pronta muerte de cuatro hermanos y de su padre, la quiebra del negocio familiar, la quiebra del negocio de baldosines y la pérdida de gran parte de su obra literaria en un naufragio. Todo ello y quizás alguna causa oscura no desvelada todavía son motivos suficientes para impulsar al literato-empresario al suicidio. Y fue así como finalmente empuñando su Smith & Wesson contra su corazón apretó el gatillo la madrugada del 24 de mayo de 1896 —pocas horas después de haber recitado su Don Juan de Covadonga—,  para mayor gloria de las Letras colombianas.


Fragmento de Zoospermos, poema de Silva.

"¡Mira! si no estuviera perdido para siempre;
si huyendo por caminos que todos no conocen
hubiera al fin logrado tras múltiples esfuerzos
el convertirse en hombre,
corriéndole los años hubiera sido un Werther
y tras de mil angustias y gestas y pasiones
se hubiera suicidado con un Smith & Wesson
ese espermatozoide.

y es que los poetas muchas veces cuentan más de lo que parece.



Conclusión.

La obra silvana que nos ha llegado hoy no es muy prolija: un centenar y medio de poemas, una novela, y un puñado de prosas breves y críticas. De los tres conjuntos de versos que suelen recoger las antologías solo El libro de versos fue preparado por su autor, el resto, Gotas amargas —una serie de poemas de corte satírico— y Poesías varias, son recopilaciones echas a posteriori por aquellos que lo estudiaron. Con respecto a la novela De sobremesa tardó en darse a conocer, si bien se publicaron fragmentos sueltos en los años siguientes a su muerte como aquel famoso de 1906 prologado por el prócer Unamuno, pero no será hasta 1925 cuando se publique en Bogotá, edit. Cromos la 1ª edición completa.


Imagen de Silva hacia la década de los noventa.


Estos retrasos hicieron que la obra silvana no recibieran todo el interés que debió merecer en su época, lo cual resultó del todo lamentable al tratarse el escritor de unos de los primeros autores modernistas hispanoamericanos. Sea como fuere hoy día los nuevos estudios realizados y las varias reediciones de su prosa y poesía confirman la vigencia de estas entre los nuevos lectores del siglo XXI.

--------------------------------------

(1) Sanín Cano (1861-1957) con sus artículos y ensayos contribuyó a introducir la modernidad literaria en Colombia. Su amistad con Silva fue sincera y reconoció su influencia a la hora de aceptar las nuevas ideas llegadas de Europa.
(2) Idea defendida por Héctor H. Orjuela.